Consumismo emocional, cuando los sentimientos nos llevan a comprar

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Vivimos en un mundo globalizado en el que pensamos que somos libres porque elegimos las cosas que hacemos, cuando realmente esa libertad, ese libre albedrio, está bastante influido y hasta manipulado en muchos casos por las grandes corporaciones y los medios de comunicación, a través de la publicidad. ¿De verdad necesitas viajar a ese crucero durante dos semanas o comprarte el último modelo de teléfono móvil de casi mil euros por sentirte más feliz? Algunos ni siquiera se hacen estas preguntas y simplemente se dejan llevar en las redes del consumismo más extremo.

Sin embargo, son los propios comerciantes, las empresas y los publicitarios los que conocen mejor que nadie esa sensación y juegan con ella para provocarla en los clientes y hacerles comprar de manera compulsiva, creando necesidades artificiales que solo pueden satisfacerse con sus productos. Es una técnica que lleva ya muchas décadas en funcionamiento, aunque es cierto que ahora se está volviendo un poco más extrema porque los anuncios nos llegan por todas partes, incluyendo esos dispositivos móviles que siempre llevamos encima. El consumismo vive una nueva época dorada y los sentimientos y las emociones tienen mucho que ver en ello.

Por qué las emociones nos llevan hacia el consumo

Uno puede pensar que a la hora de comprar siempre es muy responsable porque mira precios, compara y elige lo que más le convenga tanto a sus necesidades como a su bolsillo. Sin embargo, esto no siempre es así, primero porque esas necesidades pueden haber sido inducidas por las propias empresas, y segundo, porque el aspecto emocional a la hora de la compra es indudable. Nos dejamos llevar por las emociones cuando buscamos un color determinado, cuando pensamos en cómo reaccionarán los demás al ver lo que hemos comprado, cuando simplemente decidimos que debemos darnos “un capricho” y compramos lo que sea sin pensar.

Situaciones en las que nos dejamos llevar por nuestros sentimientos cuando compramos

Podemos tratar de negarlo, podemos intentar demostrar que todas nuestras decisiones se basan en aquello que llamamos razón, pero sin embargo comprobaremos que las emociones tienen muchísimo que ver en ellas, seguramente más de lo que querríamos. Nos dejamos llevar, por ejemplo, cuando compramos un libro solo porque la portada nos gusta, o cuando vamos a por un teléfono móvil porque nuestra amiga también tiene el mismo. Con la ropa ocurre exactamente igual, y en muchas ocasiones compramos más de la que deberíamos, solo porque es imposible no caer en esa tentación que las tiendas nos ponen por delante para que llenemos nuestro armario con todo tipo de prendas que ya veremos si realmente necesitamos en el futuro, pero que por ahora ya hemos comprado.

Cumpleaños

Es una de esas ocasiones en las que la emoción nos puede a la hora de saber qué comprar. Está claro que será para un regalo, pero aún así, las emociones serán decisivas para elegir lo que vamos a regalarle a esa persona que tanto nos importa. ¿Algo útil? ¿Algo que realmente necesite? ¿O tal vez eso que sabemos que le encantará aunque luego no sabrá ni donde meterlo? Evidentemente, los sentimientos y las emociones juegan un papel crucial a la hora de elegir un regalo para un ser querido, sobre todo en una fecha tan marcada como la de su cumpleaños.

Día del padre y de la madre

Al igual que ocurre con los cumpleaños, los días del Padre y de la Madre también son fiestas en las que se suelen hacer regalos importantes, para demostrar nuestro amor. El amor que es, al fin y al cabo, una emoción que trataremos de transmitir con un detalle. Podríamos dejarlo en una bonita carta o felicitación, pero las tiendas siempre nos bombardean para que vayamos mucho más allá y compremos un regalo, lo más caro posible, como si el precio del mismo fuera equivalente al propio amor que sentimos por nuestros progenitores. Es una manera bastante burda de “obligarnos” socialmente a gastar dinero en algo que seguramente también se pueda demostrar con un simple gesto no económico.

Día de los enamorados

San Valentín, tan deseado por muchos, tan odiado por otros tantos, y con razón en ambos casos. La fiesta oficial del amor se ha convertido en una forma de sangrar los bolsillos de la mayoría con regalos caros, flores, bombones, cenas, escapadas… Lo cierto es que el amor se puede demostrar todos los días, y se debe hacer con gestos y no regalos, porque entonces estaríamos hablando seguramente de otro tipo de relación. Sin embargo, de manera consciente o inconsciente, todos caemos en las garras de ese consumismo emocional y extremo que nos hace gastar, gastar y gastar, sin que podamos pensar siquiera en lo que estamos gastando.